domingo, 15 de febrero de 2015

Juan de Arguijo


Juan de Arguijo (Sevilla, 1.567 – Sevilla, 1.623), cuya casa solariega, ya derribada, estaba situada en el número dos de esta calle.

Hijo de familia acaudalada (su padre, don Gaspar de Arguijo, era traficante de esclavos de Tenerife), Juan de Arguijo era Caballero Veinticuatro de Sevilla (cargo que no supo conservar) y también fue nombrado procurador en las Cortes convocadas por Felipe III en 1.598. Discípulo de Fernando de Herrera, era además músico y experto tañedor de la vihuela. Adquirió fama como mecenas de artistas, especialmente escritores.

Juan de Arguijo estudió en el colegio de la Compañía de Jesús de Sevilla (1576-1580), manteniéndose muy vinculado a la orden jesuítica durante el resto de su vida y cuya influencia se va a dejar sentir con fuerza en su obra.

Sabemos que a raíz del ataque que sufrió Cádiz en 1596, su madre Petronila Manuel, él y su mujer Sebastiana Pérez de Guzmán, hija del socio de su padre, patrocinan la fundación del nuevo colegio jesuita. En este lugar será sepultado a su muerte en 1622, en la capilla de la Concepción propiedad de la familia. Una losa de mármol blanco con el escudo de los Arguijo da testimonio de ello. Su relación con la Casa jesuita de Sevilla fue tan estrecha que, una vez acaecida su ruina económica y para huir de sus acreedores (1609-1616), buscó allí refugio.

Las grandes rentas que había heredado de su padre, estimadas en más de 20.000 escudos, las fue invirtiendo en donaciones piadosas como la que hemos visto de Cádiz, pero también en otras liberalidades. Es famoso el recibimiento que dispensó a la marquesa de Denia y su comitiva en su finca de Tablantes el 13 de octubre de 1599. Se gastó la suma de más de 4.000 escudos que le valieron las bromas de la sociedad de la época. Prueba de ello son los diez sonetos que le dedica Juan de la Cueva a este fastuoso acontecimiento. Estas generosidades, junto con la situación económica del momento debido al fuerte retroceso del comercio americano, le obligan a vender su casa en pública subasta en 1606.

A partir de este momento, su vida experimentará un cambio sustancial, pero no por ello será abandonado por sus amigos. Lope de Vega siguen manteniendo con él una relación asidua, dedicándole en el libro IX de su Jerusalén Conquistada, los siguientes versos:


"Aquel cuya virtud jamás vencida,
En la persecución acrisolada,
Mostró tantos quilates en la vida
Que la piedra dejó toda dorada,
Aquél más excelente en la caída
Que estuvo en la fortuna levantada,
Si no es D. Juan de Arguijo sevillano
Es la misma virtud en velo humano"

Continúa activo su círculo literario. De hecho, es en este momento de su vida cuando escribió su única obra en prosa Relación de las fiestas de toros y juegos de cañas con libreas queen la ciudad de Sevilla hizo D. Melchor Alcázar, en servicio de la Pobrísima Concepción de Ntra. Señora, martes 19 de diciembre de 1617.

Sin embargo, la obra más sobresaliente, de Arnicio, nombre poético con el que era conocido Juan de Arguijo en su círculo literario, serán sus sonetos y poesías que, como era habitual en la época, quedaron inéditos. Algunos tuvieron la suerte de ser incluidos en obras de la época como la de Juan?? de Herrera en 1612.

Llamado el “Apolo de los poetas de España”, escribió en el año 1.617 “Relación de las fiestas de toros y cañas en Sevilla”, obra que aporta curiosos datos históricos, y muchos excelentes sonetos.

Efectivamente, Arguijo está considerado como un gran sonetista, sobre todo de temas mitológicos, que eran los que más prefería, aunque también compuso sonetos de tema moral. Asimismo compuso una colección de cuentos, que se leían cada día en las tertulias que celebraba, a las que acudía con frecuencia Martínez Montañés y otros artistas.

Arruinado por sus excesivos despilfarros, sólo le quedó un escaso caudal procedente de la dote de su mujer, con el que apenas pudo sobrevivir hasta el resto de sus días. Fue enterrado en la casa profesa de los Jesuitas.

Fue amigo y el mecenas sevillano de Lope de Vega, quien le dedicó sus “Rimas”.

Sobre una de las fachadas del palacio de San Telmo existe una lápida que recoge el poema “Al río Guadalquivir”, de Juan de Arguijo.