Juan Belmonte García (Sevilla, 1.892 –
Utrera, 1.962), matador de toros, uno de los más populares de la historia del
torero y, según muchos, el creador del torero moderno.
Aunque se le llamó “el Pasmo de Triana”,
nació en el número 7 de la sevillana calle Ancha de la Feria, donde su familia
tenía una modesta tienda de quincalla. Se trasladaron al barrio de Triana,
donde su padre abrió una pequeña tienda en un hueco del Mercado de este barrio,
un tenderete que tenían que montar todos los días al amanecer.
Juan vivió con su familia en la calle
Pureza y ejerció como monaguillo en la parroquia de Santa Ana. Al poco tiempo,
cuando tenía 8 años, murió su madre, una mujer joven y guapa. Su padre volvió a
casarse y tuvo más hijos, pero a Juan siempre le dio un cariño muy especial.
A los once años se rodea con otros chicos
de su edad, con los que formó una pandilla que se dedicaba a torear
clandestinamente, por las noches, en cercados y dehesas de las afueras de
Sevilla, y siempre esquivando a la Guardia Civil.
El torero trianero Antonio Montes Vico
era el ídolo de la pandilla. Un amigo de su padre llamado José María Calderón,
banderillero de Antonio Montes, fue quien le allanó el camino para sus primeras
actuaciones y quien le enseñó a mejorar su técnica. Más tarde, pasado el
tiempo, Calderón sería miembro de su cuadrilla durante muchos años.
A los doce años Juan se trasladó a Huelva
para trabajar como dependiente en una tienda de un hermano de su padre. Sin
embargo, no tardará mucho en regresar a Sevilla.
Vistió de luces por vez primera a los 17
años en la plaza de toros de Elvas (Portugal), en una corrida a la portuguesa,
lidiando a una becerra embolada y sin muerte. El primer novillo que estoqueó
fue en Arahal (Sevilla) el 24 de junio de 1.910. El día 21 de julio de 1.912
triunfó como novillero en la Real Maestranza de Sevilla, significando su
consagración. Salió por la Puerta del Príncipe y los aficionados, en medio del
delirio, le llevaron a hombros hasta su casa de Triana.
Juan Belmonte, en medio de una gran
expectación, tomó la alternativa en la antigua plaza de toros de Madrid el día
16 de septiembre de 1.913 con Rafael González Madrid, “Machaquito”, oficiando
de padrino, quien se retiraba ese mismo día de los ruedos, y con Rafael el
Gallo, hermano mayor de Joselito, como testigo.
En 1.914 comienza su rivalidad con
Joselito o, como el mismo decía, comenzó la rivalidad entre gallistas y
belmontistas. Joselito representaba la perfección del toreo clásico, la
elegancia elevada a la máxima potencia. Belmonte la ruptura, la temeridad con
sus verónicas imposibles sin rectificar los pies y el pase natural.
Sin embargo, Belmonte y Joselito eran
unos amigos entrañables. Ambos diestros viajaban juntos en el tren con destino
a Sevilla después de cada corrida, y cuando estaban a punto de llegar se
cambiaban de vagón para no defraudar a sus respectivos seguidores que les
esperaban impacientes en la estación.
La temporada de 1.917 fue la más
brillante de su vida profesional, coincidiendo con Joselito en 90 tardes, de
las 97 que protagonizó el torero de Triana. A finales de ese mismo año se
presenta en Perú, donde permanecerá un año toreando doce corridas y conocerá a
su futura esposa, Julia Cossio.
A su regreso de América, en Febrero de
1.919, marcó un nuevo hito en su carrera toreando 110 corridas. Tras la cogida
mortal de Joselito en Talavera de la Reina (Toledo), el 16 de mayo de 1.920,
Juan Belmonte continuó en activo, pero nunca se repondría de la muerte de su
compañero y amigo.
Se retiró de los ruedos en el año 1.922
después de actuar en América, reapareciendo el 25 de mayo de 1.925 en Alicante,
retirándose de nuevo en 1.927. Volvió a los ruedos, una vez más, en 1.934,
toreando en Nimes (Francia), para retirarse definitivamente el 29 de septiembre
de 1.935.
Se convirtió en ganadero en su finca
llamada “Gómez Cardeña” en Utrera (Sevilla) y continuó toreando en festivales
hasta el inicio de la Guerra Civil española en 1.936.
Juan Belmonte fue fundamental para la
historia del toreo porque impuso una revolución artística en el arte de la
lidia. Hasta que apareció Belmonte, torear consistía básicamente en sortear las
acometidas de los toros con más o menos valor y gracia. Su extraordinario
dominio de los terrenos le permitió ejecutar el toreo de una forma nueva, despacio
y con una cercanía nunca vista. Puso en práctica los tres tiempos de la lidia:
parar, templar y mandar.
Se relacionó con grandes hombres de la
cultura, como Valle – Inclán, Pérez de Ayala, Ignacio Zuloaga, Vázquez Díaz o
Julio Camba, que le consideraban un verdadero artista, y adoptó sus modos e
incluso su estilo de vestir, renunciando a la coleta clásica de torero. Su
inteligencia y extraordinaria personalidad también le permitió relacionarse con
la alta sociedad.
Belmonte fue amigo también del escritor
norteamericano Ernest Hemingway y aparece en dos de sus novelas: “Fiesta” y
“Muerte en la tarde”. Pero quien forjó el mito belmontino fue el escritor y
periodista sevillano Manuel Chaves Nogales, al escribir su biografía titulada
“Juan Belmonte, matador de toros, su vida y sus hazañas”.
Ramón del Valle – Inclán le dijo en una
ocasión: “No te falta, hijo, más que morir en la plaza para que te conviertas
en una leyenda”, a lo que Belmonte respondió con mucho aplomo: “Se hará lo que
se pueda, don Ramón, se hará lo que se pueda”.
Dueño de una fortuna, ganada a fuerza de
arriesgar su vida, Belmonte se convirtió en propietario, ganadero y agricultor.
En Sevilla impuso su personalidad como hacendado y hombre de negocios como
antes había impuesto su personalidad taurina.
Cuando estaba a punto de cumplir los 70
años, Juan Belmonte salió a pasear en caballo, contempló la puesta de sol,
regresó a su cortijo, subió a su habitación y se pegó un tiro en la cabeza. Fue
enterrado, en medio del fervor popular, en el cementerio de San Fernando de
Sevilla.
Las estadísticas hablan que Juan Belmonte
toreó 644 corridas y estoqueó a 1.429 toros.