domingo, 30 de noviembre de 2014

Juan de Pineda



DE MANUEL ARELLANO A SAN VICENTE DE PAUL.
Se rotuló en el año 1.950 en memoria de este jesuita y teólogo (Sevilla, 1.557 – Sevilla, 1.637).
Ingresó en la Compañía de Jesús con tan sólo 14 años, y muy pronto se convierte en uno de los humanistas más prominentes de su época.

Juan de Pineda fue profesor en varios colegios pertenecientes a su orden religiosa: de Filosofía en Granada, Sevilla y Córdoba; después de Escritura Sagrada en Córdoba, Sevilla, Madrid y Évora (Portugal).

Fue preboste de la Casa Profesa y rector del colegio jesuita de San Hermenegildo de Sevilla, donde fallecería de perlesía (parálisis cerebral).

Gran intelectual y teólogo de reconocido prestigio, Juan de Pineda poseía unos amplios conocimientos de latín, griego y hebreo.

Realizó un viaje a Roma en calidad de diputado para defender los intereses de la Compañía de Jesús, y al regresar a España se le nombró Consultor General de la Inquisición, y como tal, visitó las principales bibliotecas de España. El resultado de estas visitas fue el “Índex Librorum Prohibitorum” (índice de los libros prohibidos) de 1.612, muy apreciado por la Inquisición y del Inquisidor General, el Cardenal Sandoval, Arzobispo de Toledo.

En su época se había suscitado una polémica entre los franciscanos que defendían la concepción inmaculada de la Virgen María y los dominicos, quienes opinaban que la Virgen nació con el pecado original y que Dios se lo perdonó cuando engendró a Jesús.

Esta disparidad de opiniones suscitó acaloradas disputas teológicas no solamente entre eruditos, filósofos, Papas y órdenes religiosas, sino que el pueblo, instituciones civiles y universidades tomaban partido por una u otra postura.

En este contexto Juan de Pineda demostró grandes conocimientos teológicos, filosóficos y morales que usó en defensa del Misterio de la Inmaculada Concepción, en contra de la tesis defendida a ultranza por los dominicos. En Sevilla en pueblo llano estaba claramente a favor de la Inmaculada Concepción.

Un incidente ocurrió en Sevilla en las fiestas de la natividad de la Virgen María el 8 de septiembre de 1.613 en el convento dominico de Regina Angelorum (hoy desaparecido). El prior de la orden pronunció un sermón en favor de la tesis dominica que disgustó sobremanera a los sevillanos, produciéndose un gran escándalo.

Los sevillanos hicieron grandes demostraciones públicas de desagravio, formando una piña en defensa de algo que sentían como propio. Todas las cofradías salieron a la calle en señal de protesta por el sermón del dominico.

El incidente llegó a conocimiento del Papa y la ciudad de Sevilla le pedía que se pronunciara. El Papa, aunque no llega a definir el dogma, se pronuncia e impone perpetuo silencio de los que están en contra de la Inmaculada Concepción.

Esta noticia causó una gran alegría en Sevilla y el 7 de diciembre de 1.617 se celebró una misa en la que predicó el padre Juan de Pineda y tras el sermón se hizo el juramento de defender que la Virgen María fue concebida sin pecado original.

El dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María fue definido por el Papa Pío IX el día 8 de diciembre del año 1.854.

Juan de Pineda fue igualmente muy versado en historia, orientalista distinguido y amigo del célebre Andrés Escoto. Dejó para la posteridad un gran número opúsculos y las obras siguientes: “Commentarius in Job”; “Salomo previus sive de rebus Salomonis regis libri octo”; “Commentarius in Ecclesiastem”: “Memorial relativo a la santidad y virtudes heroicas del Santo Rey Fernando III” e “Índex novus librorum prohibitorum et exporgatorum”.

No tuvo muy buena relación ni con Luis de Góngora ni con Quevedo, quien le ataca debido a las “Anotaciones a la política de don Francisco de Quevedo”, en la que censuraba y atacaba la “Política de Dios y Gobierno de Cristo”.

En el conocido monumento a la Inmaculada Concepción de la sevillana plaza del Triunfo, entre la Catedral y los Reales Alcázares, en el amplio pedestal con las esculturas realizadas por el escultor Lorenzo Coullaut Valera, uno de los cuatro personajes es el de Juan de Pineda, a quien acompaña el del poeta Miguel de Cid, el escultor Juan Martínez Montañés y el pintor Bartolomé Esteban Murillo, todos ellos pertenecientes  al siglo XVII y que en su día destacaron en su afán concepcionista.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Fray Pedro de Zúñiga



DE LUIS DE MORALES A SANTO DOMINGO DE LA CALZADA.
Se rotula en 1.950 en recuerdo de Pedro de Zúñiga y Velasco (Sevilla, 1.580 – Nagasaki, 1.622), noble, religioso y mártir de la Iglesia Católica, beatificado por el papa Pio IX en la ceremonia celebrada en el Vaticano el día 7 de julio 1.867. Su fiesta la celebra la Iglesia Católica el día 19 de agosto, día de su martirio.

Segundo hijo de Álvaro Manrique de Zúñiga y Sotomayor, I marqués de Villamanrique y virrey de Nueva España (Méjico), en su niñez, durante la ausencia de sus padres en Méjico de 1.585 a 1.590, se crio en la casa de su tía Leonor.

Inspirado por el ardiente celo religioso de su familia ingresó en el convento de los agustinos de Sevilla, donde profesó el 2 de octubre de 1.604, y se ordenó sacerdote y predicador. Era un joven de agudo ingenio, enérgico, amable y cariñoso, sobresaliendo por su amor al estudio, a la oración y a su vocación por la salvación de las almas.

El vicario provincial de la misión religiosa en el Japón, fray Diego de Guevara, llegó en 1.609 a España solicitando religiosos para cristianizar las islas Filipinas y del Japón. Durante su estancia en el convento agustino de Sevilla, narró los progresos que la religión cristiana hacía en el Japón y del martirio sufrido años antes por los religiosos.

Pedro decidió agregarse a tan sagrada misión, pese a la fuerte oposición de su familia y sus superiores, que tenían en cuenta su alta alcurnia y sus posibilidades de alcanzar altos cargos eclesiásticos. Al final Pedro consiguió el permiso para embarcarse hacia las Filipinas y ejercer su misión apostólica en el Japón. El 6 de junio de 1.610 llegaba a Manila en compañía de fray Diego de Guevara y 16 religiosos.

En Filipinas fue destinado a la provincia de Pampanga, donde se ejercitó en la administración de sacramentos. Enardecido por los relatos conmovedores de los martirios que en el Japón padecieron los religiosos en 1.617, pidió permiso para predicar el evangelio y ofrecer su vida por la salvación de las almas japonesas.

En 1.618 llegó a Nagasaki acompañado de otros religiosos vestidos de seglares. Reconocidos como religiosos cristianos, el gobernador ordenó su persecución y prisión. Pedro, oculto en casa de unos japoneses cristianos, estudió la lengua japonesa y propagó clandestinamente el Evangelio.
En diciembre de 1.618 el nuevo gobernador de Nagasaki, hombre de buen corazón, se vio obligado a cumplir la persecución que de los cristianos ordenada por el emperador Japonés. Dio aviso a Pedro, a quien bien estimaba, sugiriéndole que debía abandonar el Japón. Pedro, ante estas circunstancias, resolvió volver a Manila, donde llegó en mayo de 1.619.

A las súplicas de los japoneses cristianos pidiendo el envío de misioneros y en especial a fray Pedro de Zúñiga, a quien extrañaban y amaban, el provincial de los agustinos decidió volver a enviar a fray Pedro, quien salió de Manila en compañía del dominico fray Luis Flores, vestidos de mercaderes en una pequeña fragata comercial japonesa.

Debido a temporales y borrascas arribaron a la isla de Formosa (actual Taiwán) el 22 de julio de 1.610. Al partir de Formosa, para continuar el viaje, fueron apresados por corsarios ingleses, quienes los entregaron a los holandeses. Estos, sospechando que eran religiosos, los llevaron a su factoría de Hirado en el Japón y los acusaron ante el gobernador de ser sacerdotes cristianos y de no acatar la prohibición del emperador de la entrada de misioneros católicos.

El cautiverio holandés duró 16 meses, enjaulados en una oscura cárcel y padeciendo muchos tormentos, hasta confesar que eran sacerdotes que iban a predicar la fe cristiana. Los prisioneros fueron conducidos a una cárcel japonesa en la isla de Ykinoxima y posteriormente fueron trasladados a Nagasaki, donde llegaron el 17 de agosto de 1.622.

Conducidos ante el gobernador, recibieron la sentencia de muerte. A los 12 marineros de la fragata japonesa los degollaron, al capitán de ella y a los religiosos fray Pedro de Zúñiga y fray Luis Flores los quemaron vivos a fuego lento el viernes 19 de agosto de 1.622.

La relación de este famoso martirio, escrito por el mártir del Japón fray Bartolomé Gutiérrez, testigo de los acontecimientos, la reproduce Sicardo en su obra “Cristiandad del Japón”.

Las reliquias de fray Pedro de Zúñiga fueron recogidas por el portugués Martín de Govea, vecino de Nagasaki. Perseguido por los japoneses, logró llegar a la ciudad de Macao, llevando consigo el santo cuerpo quemado y la columna donde fue amarrado, teniéndolo en veneración. A su muerte su hijo Pedro Pinto de Govea lo depositó en casa de Tomás Congi, japonés cristiano.

Sus restos fueron trasladados a Manila en 1.651. Después de la toma y saqueo de Manila en 1.762, las santas reliquias desaparecieron. Sin embargo, el madero en que sufrió el martirio se salvó y fue enviado al Convento de San Agustín de Salamanca.


En su honor el colegio de educación primaria del pueblo de Villamanrique de Zúñiga (desde 1.577), hoy Villamanrique de la Condesa (Sevilla) (desde 1.916), lleva el nombre de San Pedro de Zúñiga.