DE MANUEL ARELLANO A SAN VICENTE DE PAUL.
Se rotuló en el año 1.950 en memoria de este jesuita y teólogo (Sevilla, 1.557 – Sevilla, 1.637).
Ingresó en la Compañía de Jesús con tan sólo 14 años, y muy pronto se convierte en uno de los humanistas más prominentes de su época.
Juan de Pineda fue profesor en varios colegios pertenecientes a su orden religiosa: de Filosofía en Granada, Sevilla y Córdoba; después de Escritura Sagrada en Córdoba, Sevilla, Madrid y Évora (Portugal).
Fue preboste de la Casa Profesa y rector del colegio jesuita de San Hermenegildo de Sevilla, donde fallecería de perlesía (parálisis cerebral).
Gran intelectual y teólogo de reconocido prestigio, Juan de Pineda poseía unos amplios conocimientos de latín, griego y hebreo.
Realizó un viaje a Roma en calidad de diputado para defender los intereses de la Compañía de Jesús, y al regresar a España se le nombró Consultor General de la Inquisición, y como tal, visitó las principales bibliotecas de España. El resultado de estas visitas fue el “Índex Librorum Prohibitorum” (índice de los libros prohibidos) de 1.612, muy apreciado por la Inquisición y del Inquisidor General, el Cardenal Sandoval, Arzobispo de Toledo.
En su época se había suscitado una polémica entre los franciscanos que defendían la concepción inmaculada de la Virgen María y los dominicos, quienes opinaban que la Virgen nació con el pecado original y que Dios se lo perdonó cuando engendró a Jesús.
Esta disparidad de opiniones suscitó acaloradas disputas teológicas no solamente entre eruditos, filósofos, Papas y órdenes religiosas, sino que el pueblo, instituciones civiles y universidades tomaban partido por una u otra postura.
En este contexto Juan de Pineda demostró grandes conocimientos teológicos, filosóficos y morales que usó en defensa del Misterio de la Inmaculada Concepción, en contra de la tesis defendida a ultranza por los dominicos. En Sevilla en pueblo llano estaba claramente a favor de la Inmaculada Concepción.
Un incidente ocurrió en Sevilla en las fiestas de la natividad de la Virgen María el 8 de septiembre de 1.613 en el convento dominico de Regina Angelorum (hoy desaparecido). El prior de la orden pronunció un sermón en favor de la tesis dominica que disgustó sobremanera a los sevillanos, produciéndose un gran escándalo.
Los sevillanos hicieron grandes demostraciones públicas de desagravio, formando una piña en defensa de algo que sentían como propio. Todas las cofradías salieron a la calle en señal de protesta por el sermón del dominico.
El incidente llegó a conocimiento del Papa y la ciudad de Sevilla le pedía que se pronunciara. El Papa, aunque no llega a definir el dogma, se pronuncia e impone perpetuo silencio de los que están en contra de la Inmaculada Concepción.
Esta noticia causó una gran alegría en Sevilla y el 7 de diciembre de 1.617 se celebró una misa en la que predicó el padre Juan de Pineda y tras el sermón se hizo el juramento de defender que la Virgen María fue concebida sin pecado original.
El dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María fue definido por el Papa Pío IX el día 8 de diciembre del año 1.854.
Juan de Pineda fue igualmente muy versado en historia, orientalista distinguido y amigo del célebre Andrés Escoto. Dejó para la posteridad un gran número opúsculos y las obras siguientes: “Commentarius in Job”; “Salomo previus sive de rebus Salomonis regis libri octo”; “Commentarius in Ecclesiastem”: “Memorial relativo a la santidad y virtudes heroicas del Santo Rey Fernando III” e “Índex novus librorum prohibitorum et exporgatorum”.
No tuvo muy buena relación ni con Luis de Góngora ni con Quevedo, quien le ataca debido a las “Anotaciones a la política de don Francisco de Quevedo”, en la que censuraba y atacaba la “Política de Dios y Gobierno de Cristo”.
En el conocido monumento a la Inmaculada Concepción de la sevillana plaza del Triunfo, entre la Catedral y los Reales Alcázares, en el amplio pedestal con las esculturas realizadas por el escultor Lorenzo Coullaut Valera, uno de los cuatro personajes es el de Juan de Pineda, a quien acompaña el del poeta Miguel de Cid, el escultor Juan Martínez Montañés y el pintor Bartolomé Esteban Murillo, todos ellos pertenecientes al siglo XVII y que en su día destacaron en su afán concepcionista.
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