DE LUIS DE MORALES A SANTO DOMINGO DE LA
CALZADA.
Se rotula en 1.950 en recuerdo de Pedro
de Zúñiga y Velasco (Sevilla, 1.580 – Nagasaki, 1.622), noble, religioso y
mártir de la Iglesia Católica, beatificado por el papa Pio IX en la ceremonia
celebrada en el Vaticano el día 7 de julio 1.867. Su fiesta la celebra la
Iglesia Católica el día 19 de agosto, día de su martirio.
Segundo hijo de Álvaro Manrique de Zúñiga
y Sotomayor, I marqués de Villamanrique y virrey de Nueva España (Méjico), en
su niñez, durante la ausencia de sus padres en Méjico de 1.585 a 1.590, se crio
en la casa de su tía Leonor.
Inspirado por el ardiente celo religioso
de su familia ingresó en el convento de los agustinos de Sevilla, donde profesó
el 2 de octubre de 1.604, y se ordenó sacerdote y predicador. Era un joven de
agudo ingenio, enérgico, amable y cariñoso, sobresaliendo por su amor al
estudio, a la oración y a su vocación por la salvación de las almas.
El vicario provincial de la misión
religiosa en el Japón, fray Diego de Guevara, llegó en 1.609 a España
solicitando religiosos para cristianizar las islas Filipinas y del Japón.
Durante su estancia en el convento agustino de Sevilla, narró los progresos que la religión cristiana hacía en el
Japón y del martirio sufrido años antes por los religiosos.
Pedro decidió agregarse a tan sagrada
misión, pese a la fuerte oposición de su familia y sus superiores, que tenían
en cuenta su alta alcurnia y sus posibilidades de alcanzar altos cargos
eclesiásticos. Al final Pedro consiguió el permiso para embarcarse hacia las
Filipinas y ejercer su misión apostólica en el Japón. El 6 de junio de 1.610
llegaba a Manila en compañía de fray Diego de Guevara y 16 religiosos.
En Filipinas fue destinado a la provincia
de Pampanga, donde se ejercitó en la administración de sacramentos. Enardecido
por los relatos conmovedores de los martirios que en el Japón padecieron los
religiosos en 1.617, pidió permiso para predicar el evangelio y ofrecer su vida
por la salvación de las almas japonesas.
En 1.618 llegó a Nagasaki acompañado de
otros religiosos vestidos de seglares. Reconocidos como religiosos cristianos,
el gobernador ordenó su persecución y prisión. Pedro, oculto en casa de unos
japoneses cristianos, estudió la lengua japonesa y propagó clandestinamente el
Evangelio.
En diciembre de 1.618 el nuevo gobernador
de Nagasaki, hombre de buen corazón, se vio obligado a cumplir la persecución
que de los cristianos ordenada por el emperador Japonés. Dio aviso a Pedro, a
quien bien estimaba, sugiriéndole que debía abandonar el Japón. Pedro, ante
estas circunstancias, resolvió volver a Manila, donde llegó en mayo de 1.619.
A las súplicas de los japoneses
cristianos pidiendo el envío de misioneros y en especial a fray Pedro de
Zúñiga, a quien extrañaban y amaban, el provincial de los agustinos decidió
volver a enviar a fray Pedro, quien salió de Manila en compañía del dominico
fray Luis Flores, vestidos de mercaderes en una pequeña fragata comercial
japonesa.
Debido a temporales y borrascas arribaron
a la isla de Formosa (actual Taiwán) el 22 de julio de 1.610. Al partir de
Formosa, para continuar el viaje, fueron apresados por corsarios ingleses,
quienes los entregaron a los holandeses. Estos, sospechando que eran
religiosos, los llevaron a su factoría de Hirado en el Japón y los acusaron
ante el gobernador de ser sacerdotes cristianos y de no acatar la prohibición
del emperador de la entrada de misioneros católicos.
El cautiverio holandés duró 16 meses,
enjaulados en una oscura cárcel y padeciendo muchos tormentos, hasta confesar
que eran sacerdotes que iban a predicar la fe cristiana. Los prisioneros fueron
conducidos a una cárcel japonesa en la isla de Ykinoxima y posteriormente
fueron trasladados a Nagasaki, donde llegaron el 17 de agosto de 1.622.
Conducidos ante el gobernador, recibieron
la sentencia de muerte. A los 12 marineros de la fragata japonesa los
degollaron, al capitán de ella y a los religiosos fray Pedro de Zúñiga y fray
Luis Flores los quemaron vivos a fuego lento el viernes 19 de agosto de 1.622.
La relación de este famoso martirio,
escrito por el mártir del Japón fray Bartolomé Gutiérrez, testigo de los
acontecimientos, la reproduce Sicardo en su obra “Cristiandad del Japón”.
Las reliquias de fray Pedro de Zúñiga
fueron recogidas por el portugués Martín de Govea, vecino de Nagasaki.
Perseguido por los japoneses, logró llegar a la ciudad de Macao, llevando
consigo el santo cuerpo quemado y la columna donde fue amarrado, teniéndolo en
veneración. A su muerte su hijo Pedro Pinto de Govea lo depositó en casa de
Tomás Congi, japonés cristiano.
Sus restos fueron trasladados a Manila en
1.651. Después de la toma y saqueo de Manila en 1.762, las santas reliquias
desaparecieron. Sin embargo, el madero en que sufrió el martirio se salvó y fue
enviado al Convento de San Agustín de Salamanca.
En su honor el colegio de educación
primaria del pueblo de Villamanrique de Zúñiga (desde 1.577), hoy Villamanrique
de la Condesa (Sevilla) (desde 1.916), lleva el nombre de San Pedro de Zúñiga.
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