lunes, 30 de marzo de 2015

La Roldana




Luisa Ignacia Roldán Villavicencio (Sevilla, 1.652 – Madrid, 1.706), escultora del Barroco, conocida popularmente como “La Roldana”.

La cuarta de nueve hermanos, se formó bajo la influencia de su padre, el insigne escultor Pedro Roldán, en cuyo taller en la collación de Santa Marina de Sevilla trabajó hasta su matrimonio.

El taller de su padre alcanzó gran prestigio y le llegaban numerosos encargos, por lo que no es de extrañar que sus hijas mayores colaboraran desde muy jóvenes. Se sabe que Francisca se dedicaba a la policromía y que María y Luisa se inclinó más hacia la escultura.

Los trabajos aumentaban y la economía familiar permitió a su padre montar un nuevo taller más amplio, donde trabajaban numerosos operarios, además de sus tres hijas. Luisa destacó rápidamente sobre sus otras dos hermanas, demostrando un talento natural para la imaginería, y es muy probable que ayudara directamente en las esculturas que realizaba su padre.

Luisa se había prometido en matrimonio con Luis Antonio Navarro de los Arcos, aprendiz del escultor Andrés Cansino. Sin embargo, su padre se opuso a esta relación sin que se conozcan los motivos. Debido a la canonización de San Fernando, que tuvo lugar en Sevilla en el año 1.671, Pedro Roldán recibió diversos encargos para la decoración de la Catedral de Sevilla; es posible que Luisa aprovechara esta ocasión, en que su padre estaba muy ocupado, para ponerse de acuerdo con Luis Antonio y decidieran casarse sin el consentimiento paterno.

El 17 de diciembre de 1.671, Luis Antonio, a través de un procurador, hizo petición, ante el Juez de la Iglesia, de querer contraer matrimonio con Luisa Ignacia Roldán, “con la que había tratado de requiebro durante dos años, dándose palabra de casamiento el uno al otro, y deseando que su matrimonio fuera según orden de nuestra Santa Iglesia”. Solicitó que un alguacil del arzobispado fuera en busca de Luisa y llevada ante el juez para que declarara si había dado palabra de casamiento.

Varios testigos afirmaron estar presentes cuando se dieron ambos la palabra de matrimonio en la noche del 15 de diciembre. Sin embargo, Pedro Roldán no dio su consentimiento a pesar de habérselo pedido encarecidamente Luis Antonio.

Ese mismo día, 17 de diciembre, fue el alguacil Juan Nieto a buscar a Luisa Roldán para llevarla ante el juez. Después de su declaración, en la que entre otras cosas dijo que nunca había estado casada, que era moza doncella, que no era pariente de Luis Antonio, que no tenía hecho voto de castidad y que a pesar de haber dado palabra de casamiento a Luis Antonio, no la podía cumplir por la negativa de su padre a este matrimonio.

Realizada esta declaración, el juez ordenó que se llevara a la joven a casa del dorador Lorenzo de Ávila, “para tenerla en su poder con la guarda y custodia necesaria y que no la entregara a persona alguna sin licencia y mandamiento judicial”. Finalmente el matrimonio se celebró el día 25 de diciembre de 1.671 en la iglesia de San Marcos, con numerosos testigos, pero sin la presencia del padre de la novia. Luis Antonio y Luisa tuvieron siete hijos, cuatro de los cuales fallecieron siendo niños.

En este primer periodo sevillano, “La Roldana” debió hacer esculturas, que han quedado como anónimas, junto con la ayuda de su marido, el cual seguramente se encargaría de su policromía y, posiblemente, de incluir su firma en los contratos.

Transcurrido el tiempo, las relaciones con su padre debieron mejorar, ya que constan algunas colaboraciones entre ellos. Las que destacan son los cuatro ángeles realizados por “La Roldana” para el paso del Cristo de la Exaltación (Santa Catalina) y para esta misma Hermandad las figuras de los dos ladrones que, aunque constan hechos por Luis Antonio de los Arcos, por su estilo podrían atribuirse a Luisa Roldán.

En esa época era muy común el encargo de Dolorosas para procesionar en la Semana Santa, por lo que parece normal que Luisa Roldán realizara alguna, aunque no existe ningún documento que lo acredite. Una de las más cercanas a su estilo es la Virgen de Regla, de la Hermandad de “Los Panaderos”.

Para la Catedral de Sevilla, realizó el Crucificado, de tamaño mayor que el natural, que preside el retablo de la capilla de la Concepción Grande, obra de Francisco de Rivas con estatuas de Alonso Martínez, discípulo de Martínez Montañés.

Otras obras atribuidas por algunos autores a “La Roldana” es la Virgen de la Esperanza de la Macarena y la de la Estrella, tradicionalmente atribuida esta última a Juan Martínez Montañés.

Luisa está alcanzando fama y empieza a recibir encargos de otras ciudades. Hacia el año 1.685, marcha con su familia a Cádiz, donde los regidores municipales le encargan unas buenas esculturas de San Servando y San Germán, patronos de la ciudad. También hace algunas figuras para la nueva Catedral.

Hacia finales de 1.688, siempre con su familia, se traslada hasta Madrid en busca de reconocimiento oficial y de una mejor situación económica, quedando bajo la protección de Cristóbal de Ontañón, mecenas artístico y ayuda de cámara del rey Carlos II. En la capital del reino solicita plaza de escultora real, presentando pequeños y deliciosos grupos escultóricos. El nombramiento le es otorgado el 15 de octubre de 1.692, lo que representó su prestigio oficial, pero no el económico
como esperaba “La Roldana”, pues los trabajos que efectuaba estaban mal pagados e incluso tenía dificultades para cobrarlos, ya que la situación general del reino era de mala administración y corrupción.

En Madrid realiza la imagen de Santa Clara para el convento de las Descalzas Reales, esculpiendo también, por encargo del rey para el Monasterio del Escorial, su gran obra “El Arcángel San Miguel con el diablo a sus pies”, que preside un altar de la iglesia del Real Monasterio.

Su escultura fue, principalmente, de temática religiosa, siguiendo las directrices del Concilio de Trento de humanizar el arte de las imágenes, para colocar la religión más cercana al pueblo.

Ocupó un lugar importante en su obra la realización de “Belenes” o “Natividades”, en los que solía representar al grupo de la Sagrada Familia rodeados por ángeles. Sus obras muestran rostros bellos pero humanizados, llegándose a creer que eran retratos de personajes conocidos por ella, familiares o amigos.

Luisa Roldán, “La Roldana”, falleció en plena actividad artística y también en la pobreza, a pesar de su fama y éxitos, consiguiendo ser la más destacada escultora del Barroco.

sábado, 14 de marzo de 2015

Manuel López Farfán



Manuel López Farfán (Sevilla, 1.872 – San Juan de Aznalfarache (Sevilla), 1.944), compositor de marchas procesionales.

López Farfán nació en el popular barrio de San Bernardo en el seno de una familia muy modesta y estudió música en el Asilo de San Fernando de Sevilla, actividad que compaginaba con sus estudios de sastrería. En esta institución benéfica estuvo hasta la edad de 14 años. Ingresó en la banda del Batallón de Cazadores de Cataluña nº 1, llegando a participar en la guerra de Melilla y Cuba por un periodo de tres años.

De regreso a Sevilla, López Farfán ingresa en el Regimiento de Granada nº 34, donde obtiene el título de músico mayor y posteriormente es trasladado a la banda de música del Regimiento Soria nº 9.

La primera marcha compuesta por López Farfán no está dedicada a ninguna imagen de la Semana Santa, sino a Leonor Navarro, madre de su maestro de música. Su título es “En mi amargura” y está firmada en Córdoba en 1.896. Sin embargo, cambió este título por el de “El Cristo de la Exaltación” en 1.906.

Manuel López Farfán reunía todas las condiciones necesarias para ser un buen compositor, pues estaba dotado de inspiración, sensibilidad y un especial sentido de lo que era la Semana Santa en Sevilla.

En el año 1.899 compuso “Esperanza”, una deliciosa marcha inspirada en la Virgen de la Esperanza Macarena, aunque oficialmente no está dedicada. Es una marcha de esquema simple y bellas melodías.

En 1.904 compone la marcha “Spes nostra”, que en esta ocasión sí se la dedica a la Virgen de la Macarena, incluso cediendo los derechos a la Hermandad, tal como puede leerse en la portada de la partitura original.

En 1.907 estrena dos composiciones más, ambas muy clásicas: “Al Santísimo de la Exaltación” y “Al Santísimo Cristo del Amor”, también muy bellas y de estructuras parecidas a las anteriores.
En 1.913 procedió a adaptar la marcha fúnebre de Sigfrido, de la ópera de Richard Wagner “El Ocaso de los Dioses”, para que fuese posible interpretarla en los desfiles procesionales.
En 1.924, cuando la banda de Soria nº9 acompañaba a la Virgen del Socorro de la Hermandad del Amor, un hecho de suma trascendencia iba a hacer histórico ese Domingo de Ramos: la arriesgada composición “Pasan los Campanilleros”, sonó tras la Dolorosa por vez primera, causando un revuelo popular y una magnífica acogida hacia esta marcha que estaba dedicada a la Hermandad de las Siete Palabras, con letra del capitán Ojeda incluida.

Un año más tarde, en esta ocasión dedicada y estrenada tras la Virgen de la Hiniesta, sonaba por primera vez otra de las grandes marchas que han marcado un estilo extraordinario: “Estrella Sublime”.

En la “Madrugada” de este mismo año de 1.925, Manuel López Farfán cautivó de nuevo a los cofrades sevillanos con la marcha “La Esperanza de Triana”, primera marcha procesional con una “saetilla” en su intermedio.

Autor de más de 400 obras de todos los estilos (incluidas algunas zarzuelas estrenadas) y 22 marchas procesionales, Manuel López Farfán ha gozado del reconocimiento popular y ha entrado por derecho propio, y con todos los honores, en la historia de la Semana Santa sevillana.

sábado, 7 de marzo de 2015

Asencio y Toledo



José María Asensio y Toledo (Sevilla, 1.829 – Madrid, 1.905). historiador, literato, periodista, bibliófilo, biógrafo y cervantista.

Estudió derecho y publicó artículos en diarios sevillanos de su tiempo. Ateneísta, dirigió el periódico de contenido literario “El Ateneo”.

Desempeñó varios cargos, entre ellos el de presidente de Diputación Provincial de Sevilla, presidente de la Real Academia de Bellas Letras de Sevilla y fue cofundador de la Sociedad de Bibliófilos Andaluces en 1.869 junto a Pascual de Gayangos, Francisco de Borja Palomo y José María Álava.

En 1.881 presidió la sociedad El Folklore Andaluz, en cuya creación participó activamente Antonio Machado Álvarez, secretario de la misma y padre de los hermanos Machado.
Fue biógrafo de la escritora Cecilia Böhl de Faber y Larrea, “Fernán Caballero” (1.900), y puso prólogo a obras de numerosos autores, entre ellos a Joaquín Guichot o Cano y Cueto.

En el año 1.876 Asensio y Toledo escribió el libro “Francisco Pacheco, sus obras artísticas y literarias”. Este trabajo suscitó el comentario favorable del crítico literario Manuel Cañete.
En 1.892 escribió dos tomos dedicados a la vida de Cristóbal Colón. Su gran obra como cervantista fue sin duda “Nuevos documentos para ilustrar la vida de Miguel de Cervantes y Saavedra”, con prólogo de Juan Eugenio Hartzembush, donde reunió gran número de documentos inéditos que recogió en los archivos de protocolos notariales de Sevilla; componiendo, además, más de un centenar de artículos relativos a la biografía de Miguel de Cervantes. Según Menéndez Pelayo fue el iniciador de la investigación documental moderna sobre Cervantes.

Colaboró en la revista “La España Moderna” y editó las “Relaciones del Yucatán”, un manuscrito de poesías de Fernando de Herrera, que encontró casualmente en la Biblioteca Colombina de Sevilla con el título de “Obras de Fernando de Herrera, natural de Sevilla”.

En 1.893 se trasladó a Madrid, donde ejerció como consejero de Estado y fue nombrado académico de número de la Real Academia Española de la Lengua (1.904) y de la Real Academia de la Historia.

Su última obra fue el discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua, el 29 de mayo de 1.904, que versó sobre “Las interpretaciones del Quijote”.

Su formidable biblioteca cervantina, de 464 volúmenes y de la que realizó dos catálogos, se trasladó en 1.949 a la sala Cervantes de la Biblioteca Nacional de Madrid, al haber sido adquirida por esta institución a sus herederos.

No se entiende como este intelectual sevillano haya sido prácticamente ignorado y silenciado, cuando tanto hizo por la cultura sevillana del siglo XIX y tanto renombre alcanzó a nivel nacional en su época.