domingo, 9 de agosto de 2015

Antonio Salado y Moreno



Antonio Salado y Moreno (Sevilla, 1.835 – 1.900), médico.

No fueron las sonrisas de la fortuna las que acariciaron los primeros años de la vida de Antonio Salado. Hijo de un médico de modesta posición, atravesó una juventud de verdadero trabajo. Para ayudar a su carrera pasó los años de sus estudios en la oscuridad de una antigua botica, donde se trabajaba de día y se velaba muchas horas de la noche.

Discípulo del famoso doctor en medicina Federico Rubio, fue un prestigioso cirujano y catedrático de patología quirúrgica de la Facultad de Medicina de Sevilla, médico de la Beneficencia provincial, de la que fue Decano, y académico de la Real Academia de Medicina.

Una vez finalizada la carrera, Antonio Salado estaba ejerciendo su profesión en Valverde del Camino (Huelva), cuando decidió dedicarse a la docencia.
Una de las primeras transfusiones de sangre realizadas en España tuvo lugar en Sevilla, en el año1.880, siendo el autor de este hecho insólito el doctor Antonio Salado.

El ácido carbólico fue el primer antiséptico que se usó en medicina, siendo Antonio Salado el que lo introdujo en Sevilla. Igualmente introdujo la tintura de yodo cristalizado, lo que en el año 1.870 representó un gran avance para la medicina.
Era un hombre muy humano y de un gran corazón. Prueba de ello es cuando, en marzo de 1.888, un niño de cinco años fue atropellado por un carro en la calle San Luis de Sevilla. La infeliz criatura fue conducida al Hospital Central en tan mal estado que las esperanzas de vida eran escasas. Pero quiso la Providencia que, a don Antonio Salado, hábil cirujano, le tocara encargarse de la cura del niño.

Tuvo que proceder a la amputación de un brazo, logrando salvarle la pierna a fuerza de muchos cuidados y desvelos. El desgraciado niño, escaso de recursos económicos y lisiado, era dado de alta y el señor Salado dejaba de ser su médico, pero compadecido por su situación, lo llevó a su casa, lo vistió, lo alimentó y le regaló juguetes de sus hijos. Días después lo ingresó en un colegio público.


A su muerte, sucedida en 1889, la calle donde vivía, llamada Castellón, fue rotulada con su nombre, Antonio Salado, y aún sigue.
 

A su muerte, sucedida en 1889, la calle donde vivía, llamada Castellón, fue rotulada con su nombre, Antonio Salado, y aún sigue.

Ver más en: http://www.20minutos.es/museo-virtual/foto/10949/#xtor=AD-15&xts=467263
A su muerte, sucedida en 1889, la calle donde vivía, llamada Castellón, fue rotulada con su nombre, Antonio Salado, y aún sigue.

Ver más en: http://www.20minutos.es/museo-virtual/foto/10949/#xtor=AD-15&xts=467263

jueves, 16 de julio de 2015

Itimad la Romaiquia


 Itimad Al Rumaikyya nació en Sevilla en 1011. Fue una excelente poetisa. La tradición dice que un verso dicho a tiempo y en un rasgo de espontánea inspiración fue el que le valió, a la esclava alfarera de Triana, el amor del rey de Sevilla, Al Mutamid.

Almutamid pasea por las orillas del Guadalquivir junto al puente de barcas que une la ciudad con Triana.

Como todas las tardes en el paseo de la ribera le acompaña otro poeta, su amigo y consejero Aben Amar. Van caminando despacio, deteniéndose de trecho en trecho para conversar, y naturalmente siendo los dos poetas, el tema de su charla es la poesía.

Almutamid le hace observar el bellísimo aspecto que el agua del rio presenta, rizada por la brisa e iluminada por los reflejos del poniente. Parece una cota de malla trenzada con hilos de oro. — En efecto, una cota de oro digna de un rey — añade adulador Ben Amar. — Merece el tema reducirlo a versos — sugiere Almutamid. Y empieza:

La brisa convierte el rio en una cota de malla…..

— Anda, ahí tienes el comienzo. Ahora sigue tú para completar la estrofa. Pero Ben Amar, aunque excelente escritor, no es hábil improvisador, así que no encuentra el oportuno consonante. Lo piensa, durante un rato y parece que va a romper a hablar, pero se calla. Almutamid riendo de la torpeza de su amigo insiste:
La brisa convierte el rio en una cota de malla…..

Y de repente a sus espaldas, una voz femenina, dulce, bien timbrada, y recitando con la perfecta entonación que es orgullo de los bereberes puros del Sáhara, los seres más orgullosos de la dicción y declamación que existen en el mundo, recita:

La brisa convierte el rio en una cota de malla, mejor cota no se halla como la congele el frio.

Sorprendidos se vuelven para ver quién era la mujer que con tanto garbo y fina inspiración poética había completado la estrofa, y aciertan a ver una jovencita, descalza de pie y pierna, que llevando del ronzal a un borriquillo moruno se aparta de ellos, y sin hacerles más caso sigue el camino del puente hacia Triana.

El rey encargó a Abenamar: — Vete tras ella y averigua quién es, y así como parece una esclava, infórmate de a quién pertenece.

Poco rato tardó en aparecer Abenamar. — En efecto, se trata de una esclava. Ya he dado la orden de que la conduzcan a palacio.

Almutamid cuando la vio preguntó con gran interés: — ¿Como te llamas? — Me llamo Itimad, pero como trabajo en casa del mercader Romaicq me dicen Itimad la Romaiquia.

Hago ladrillos y tejas en el horno de Romaicq en Triana. — ¿Eres casada? — No. — Entonces te compraré a tu amo.

Pidió el rey al mercader Romaicq que le vendiese la esclava a lo que el mercader repuso que se la regalaría muy gustoso, pues era una esclava que se pasaba el día ensoñando fantasías, y trabajaba muy poco.

Murmuraron con ironía en la corte los notables, que ya era hora que Almutamid tuviese el capricho de una mujer, pues hasta entonces solamente le habían interesados los estudios, los versos, los caballos corredores y las bellas armas.

Pero Almutamid, con gran asombro de la corte, y de toda Sevilla, no quiso a Itimad como capricho o pasatiempo, sino que se casó con ella en breves días, convirtiéndola en reina de los sevillanos.

Fue Itimad tan prudente y graciosa que se hizo perdonar su humilde origen. El natural talento literario que poseía, la hizo brillar en aquella corte de poetas y fue muy pronto ella misma el centro y eje de un ambiente literario, adelantándose en siglos a lo que habrían de ser otras mujeres europeas, como Clementina de Isaura, a la condesa de Noailles.

Sin embargo, Itimad no era completamente feliz como reina. Mientras que Almutamid ganado Córdoba, y ensanchados sus dominios al par que abrillantaba su corte con nuevos sabios, ella se sentía desgraciada. Echaba de menos la libertad de su infancia, el correr por los campos, el deambular por los barrios y mercados y el trabajar en el modesto oficio de la fabricación de ladrillos y tejas, en el que había pasado sus primeros años en Triana. En cierta ocasión, descubrió Almutamid que su esposa estaba llorando. — ¿Que te pasa Itimad? — Tengo nostalgia. Me gustaría tanto pisar el barro en un alfar, como otras muchachas que fabrican los ladrillos en Triana…. — No llores por eso. Yo te prometo que pisaras el barro y volverá a tus ojos la risa.

De allí a una semana, cuando se despertó Itimad una mañana, le dijo el rey: — Puedes bajar al patio, y encontrarás lo que deseas. En efecto, el patio del Alcázar estaba cubierto de una espesa capa de barro, del color del que cuando ella era niña amasaba con los pies en Triana.

Pero cuando Itimad con los pies descalzos bajó gozosa a pisar el barro, comprobó que estaba amasado con canela y costosos perfumes, que el rey su esposo mandó comprar en todas las especierías y perfumerías de su reino. Allí estuvo Itimad jugando con sus doncellas un buen rato, amasando con los pies el perfumado barro, y riendo con alegres y estrepitosas risas.

Pasado algunos meses, volvió Itimad a mostrar señales de melancolía. Para distraerla, Almutamid la llevó a Córdoba en donde tenía hermosos palacios. No lograba sin embargo sustraer a Itimad de su tristeza, y un día se decidió preguntarle por qué suspiraba. — A pesar de mis riquezas soy la reina más pobre de toda España. — ¿Como puedes decir eso Itimad? Si Andalucía es rica en toda clase de bienes, y tú tienes a tu disposición todos mis tesoros. — Si, pero hay algo que con todo su oro no puedes darme. — ¿Y que es ella? — Algo muy sencillo, un paisaje con nieve. Nunca he visto el campo nevado. Me gustaría tener, como otras reinas de España, un paisaje nevado en invierno, para verlo desde mis ventanales. — Esto es imposible, Itimad. En España no hay nieve si no es en el Norte que es tierra de cristianos, y en Granada que es tierra del rey Almudafar, con quienes tengo firmada paces y no puedo faltar a mi palabra declarándole la guerra.

Continuó ella con su nostalgia, y Almutamid no volvió a hablar del asunto. Pasado un tiempo, una mañana cuando se despertó Itimad y se asomó al ajimez de su gabinete, vio con asombro que todo el campo de Córdoba estaba blanco.

Palmoteó Itimad con alegría incontenible y llamó a su lado al rey. — Mira, Almutamid, ha nevado. Está todo cubierto de nieve. Almutamid reía también, porque ella no había descubierto su amorosa superchería.

El rey para alegrar a su esposa había hecho traer de la vega de Málaga en caravanas de carros más de un millón de almendros, y plantarlos en la sierra cordobesa, frente a los ventanales del Alcázar Viejo, y ahora al llegar la época de la floración, el campo cubierto de almendros floridos aparecía blanco, como si hubiera nevado copiosamente.

Itimad fue tan feliz junto a su esposo como puede serlo una mujer, y él asimismo tan dichoso con ella, que aunque su religión mahometana le permitía tener un harén lleno de mujeres, jamás quiso hacer uso de ese derecho, y nunca miró a otra que no fuese Itimad.

Tuvieron varios hijos, de los que sabemos los nombres de tres: el mayor Raxid, la segunda Fetoma, y la menor Zaida.

Cuando Zaida hubo cumplido 15 años, vinieron embajadores del rey Alfonso VI de Castilla, para pedirla por esposa. Almutamid e Itimad, aunque doliéndose el separarse de su hija, comprendieron que ella iba a ser muy dichosa, y que ganaba en estado, porque Alfonso VI era dueño de Castilla, León, Asturias y Galicia, tan poderoso como un emperador.

Enviaron a Zaida con lucida escolta hasta la frontera, donde la recogieron los magnates castellanos para conducirla a Toledo, donde se convirtió al catolicismo, tomando el nombre de Isabel, y tras este acto religioso, se casó con el rey. — Existen numerosos documentos de la época, alguno de ellos descubiertos en 1961 y publicados en el Boletín de la Institución Fernán González, de Bellas Artes e Historia de Burgos, donde figura la fórmula: Ego Adefonsus, Rex, cum uxore mea Elisabet, Regina… (Yo Alfonso, Rey, con mi esposa Isabel, Reina….)

viernes, 3 de julio de 2015

Fray Luis de Sotelo


Luis Sotelo Cabrera, (Sevilla, 1.574 – Omura (Japón), 1.624), beato de la Iglesia Católica.
Luis Cabrera y Sotelo nació en el seno de una noble familia. Su hermano Diego Cabrera era Caballero Veinticuatro de Sevilla. Luis realizó sus estudios en la Universidad de Salamanca y tras tomar los hábitos marchó al Japón en misión evangelizadora.

Las relaciones entre España y Japón comenzaron por un interés comercial y con la intención de expandir la evangelización por parte de los jesuitas en aquel remoto territorio. El primero en llegar fue San Francisco Javier, mano derecha de San Ignacio de Loyola, el 15 de agosto de 1.549, llegando a alcanzar en 1.585 unos 150.000 conversos al catolicismo.

En 1.613 Sotelo convenció al “daimyo” (poderoso señor feudal) de la provincia de Oshu (actual Mutsu), llamado Masamune, para enviar una embajada a España. Esta misión estaba encabezada por el hombre de confianza del “daimyo”, el samurái Hasekura Tsunenaga, capitán de su guardia personal, junto con unas 200 personas, de las cuales 50 eran españoles, entre franciscanos y miembros de la tripulación del buque “San Francisco” que se había hundido cerca de Tokio, sumados al grupo de diplomáticos y comerciantes japoneses.

Lo que pretendían los japoneses era establecer relaciones diplomáticas con el Rey de España y suscribir los acuerdos necesarios para poder negociar y comerciar directamente con América y Europa a través de los puertos del Océano Pacífico en Nueva España (México), mientras que los franciscanos querían dividir el obispado en dos para poder acceder a uno de ellos. Para lograr ambos objetivos partieron rumbo a Madrid y Roma. El viaje comenzó con escala en Acapulco (México), donde la comitiva se dividió, partiendo hacia Cuba aquellos que llegarían a España.
A bordo del galeón “San Juan de la Lúa” llegaron a Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) el 30 de septiembre de 1.614, donde el señor de la villa, el duque de Medina Sidonia, envió carrozas para recibir y honrar a los embajadores del Japón y su séquito, dispensándoles un caluroso recibimiento y alojamiento. El duque ordenó aparejar dos galeras para que los condujesen río arriba hasta Coria del Río (Sevilla), donde deberían esperar unos diez días hasta ser recibidos por las autoridades sevillanas.

Hasta Coria del Río, para dar la bienvenida a la embajada, se desplazaron desde Sevilla, don Diego de Cabrera, hermano del padre de fray Sotelo, y otros caballeros que besaron la mano del embajador y lo felicitaron por su llegada a salvo. El embajador quedó muy satisfecho, agradeciendo a la ciudad de Sevilla su generosidad y departió con los caballeros sevillanos, mostrando mucha prudencia en su trato.

Algunos japoneses del samurái Hasekura vieron en Coria del Río una especie de paraíso terrenal. Cautivados con el lugar y conocedores de la persecución del Cristianismo, recién decretado en su país, después de su partida, decidieron quedarse a vivir en Coria del Río para profesar su nueva religión sin peligro. Algunas mujeres de Coria del Río se casaron con estos católicos de ojos rasgados llegados del otro extremo del mundo. Por este motivo ya sabemos que en Coria del Río muchas personas llevan el apellido de Japón.

La embajada llegó a Sevilla el 23 de octubre de 1.614, enviándose inmediatamente las cartas de presentación al rey Felipe III, anunciando la llegada y las intenciones del viaje de los japoneses. En Sevilla los hombres de Hasekura realizaron un paseo ceremonial, vistiendo sus mejores galas para el asombro de los numerosos curiosos, siendo recibidos por las autoridades, a quienes obsequiaron con una carta y dos espada tradicionales: la katana y el wakizashi (hoy desaparecidas). La comitiva permaneció en la ciudad durante un mes, gastándose el Ayuntamiento 2.600 ducados en actos festivos en honor de los japoneses.

Cuando en 1.622 la misión regresó al puerto de Nagasaki, el samurái Hasekura fue inmediatamente encarcelado por orden del shogun (comandante en jefe del ejército) y Fray Luis de Sotelo, después de permanecer dos años en la cárcel, fue quemado vivo en compañía de otros dos franciscanos, un dominico y un jesuita. El Papa Pío XI lo beatificó en el año 1.867

jueves, 18 de junio de 2015

Juan de Esquivel




Juan de Esquivel (Sevilla, hacia 1.480 - Isla de Jamaica, 1.513). Nacido en Sevilla, muy joven pasó a las Indias en el segundo viaje de Cristóbal Colón (1.493), participando en la conquista y colonización de la isla de La Española, en donde permaneció un largo periodo de tiempo.

Los colonos de la isla le nombraron procurador para que fuera a España y solicitara al rey Fernando el Católico una disminución de los derechos reales del oro obtenido, que era de una tercera parte. El rey accedió a rebajarlo al quinto (20 %), según provisión real de 5 de febrero de 1.504.

En 1.503, el gobernador de la isla, Nicolás de Ovando, le encargó sofocar una rebelión en el territorio de Higüey, que se hallaba bajo el dominio del cacique taíno Cotubanamá, quien se había rebelado por el asesinato cometido por españoles de uno de los caciques de la isla de Sanoa. Sofocado el levantamiento, después de duros combates, se llegó a una tregua entre Cotubanamá y el capitán español Juan de Esquivel.

Al año siguiente Cotubanamá reinició la rebelión y Esquivel volvió a intervenir como jefe de las tropas españolas. Arrasó por completo los poblados de la región, matando y tomando prisioneros a miles de taínos. Entre los prisioneros se hallaba el cacique Cotubanamá, quien fue llevado a Santo Domingo, en donde fue ahorcado. Pacificada la región, Esquivel fundó una fortaleza y la villa de Salvaleón de Higüey. Regresó a la capital, Santo Domingo, se estableció en ella y se casó con doña Beatriz Álvarez de Herrera.

En el año 1.509, después de seis años de tranquilidad, el nuevo gobernador de la isla, Diego Colón, hermano del Almirante Cristóbal Colón, le encargó la conquista y colonización de la isla de Jamaica, que la Corona consideró como plataforma idónea para las conquistas que debían hacerse en Tierra Firme. Al frente de 60 hombres y después de largos combates, Esquivel logró someter a los nativos e inició el poblamiento de la isla y fundó las villas de Sevilla la Nueva y Melilla, en la costa norte de la isla, enclaves desde los que planeó apoderarse del sur.

Esquivel se convirtió en el primer gobernador de la isla. No se encontró oro en Jamaica, pero poco a poco la isla iba progresando con la producción de algodón, yuca y otras plantas; el ganado aumentaba y comenzaba a arraigar la caña de azúcar. Estableció un astillero en lo que hoy es Old Harbor Bay, donde se acomodaron las instalaciones del puerto.

Sin embargo, la situación de Esquivel cambió de repente. A Fernando el Católico no le agradaban los elogios que Diego Colón le prodigaba, lo que le hizo desconfiar, y para averiguar lo que había entre ambos, envió a La Española al tesorero Miguel de Pasamonte.

A Esquivel se le acusó de negligente en sus funciones y de tibio en la conversión al cristianismo de los nativos. Por consiguiente, una cédula de 10 de diciembre de 1.510, en las que se enumeraban las supuestas faltas de Esquivel, ordenaba a los oficiales de La Española que adjudicasen la gobernación de Jamaica a otra persona, siendo el elegido el capitán Perea. A partir de entonces Juan de Esquivel cayó en desgracia y pasó a un segundo plano, falleciendo unos tres años después por causas desconocidas.

A partir de aquí, la enemistad entre Miguel de Pasamonte y Diego Colón se hizo patente, dividiendo a los residentes de Santo Domingo en dos bandos, originándose serios y continuos desórdenes, hasta el punto en que hubo de intervenir el rey, nombrando a Francisco de Garay nuevo gobernador de la isla de Jamaica el 2 de agosto de 1.515.

martes, 2 de junio de 2015

Diego Martínez Barrio




Diego Martínez Barrio, Presidente de la II República española (Sevilla, 1.883 – París, 1.962).
Martínez Barrio era de origen humilde, pues su padre fue albañil y su madre vendedora en un mercado. Cuando tenía 11 años falleció su madre y muy pronto, con nueve años, se puso a trabajar como aprendiz en una panadería y después como tipógrafo, dedicándose por las noches a una lectura apasionada de cuantos libros y periódicos caían en sus manos.
Siendo un adolescente participó en mítines y reuniones de carácter societario, desembocando, a principios del siglo XX, en el anarquismo más revolucionario. No obstante, Martínez Barrio abandonó el anarquismo, aproximándose a los ideales de la democracia republicana.
Inició su carrera política en 1.903, año en que se afilió a la Unión Republicana, cuyo dirigente era Alejandro Lerroux y comenzó su actividad periodística. En 1.908 se afilió a la masonería, llegando a ser Gran Maestro del Gran Oriente Español. Fundó el diario republicano “El Pueblo” y contribuyó a la difusión de las ideas republicanas en la provincia de Sevilla.

En 1.910 fue elegido, a los 25 años, concejal del Ayuntamiento de Sevilla, permaneciendo hasta 1.913, cargo que renovó tras las elecciones de 1.920. Pero el golpe militar del General Miguel Primo de Rivera en septiembre de 1.923 lo desposee de su cargo, al ordenar el Directorio Militar el cese inmediato de todos los Ayuntamientos. Durante la dictadura del General Primo de Rivera (Septiembre 1.923 – Enero, 1.930) colaboró con todas las intentonas de la oposición.
En 1.930 firmó el manifiesto del comité republicano y se vio implicado en los sucesos que llevaron a la sublevación de Jaca (Huesca) por parte de los capitanes Galán y García Hernández, por lo que tuvo que huir y exiliarse por un tiempo en Francia.

El 15 de abril, un día después de haberse proclamado la II República, acompañado de Marcelino Domingo, Indalecio Prieto y Lluis Nicolau d’Olwer, que también se encontraban en el exilio, regresó a España por ferrocarril. Una vez en Madrid, se trasladó directamente al Ministerio de la Gobernación, donde quedó constituido el Gobierno Provisional de la República en el que se hizo cargo del Ministerio de Comunicaciones.

Con Lerroux de presidente del Consejo de Ministros, fue ministro de la Gobernación, aunque después abandonó el partido debido a su disconformidad con la política seguida de pactos con la CEDA, presidida por José María Gil Robles. Debido a su discrepancia con los gobiernos radicales, acabó por fundar su propio partido con el nombre de Partido Radical Demócrata que más tarde se integró en la Unión Republicana.

Tras las elecciones de febrero de 1.936, el triunfo del frente popular le llevó a la Presidencia de las Cortes, ejerciendo de forma interina como Presidente de la República, en el periodo comprendido entre el 7 de abril al 10 de mayo de 1,936, con motivo de la destitución de Alcalá Zamora. Es precisamente en esos días cuando, acompañado por el presidente de la Generalitat, Luis Companys, realiza la que sería su última visita a Sevilla.

En la noche del 18 al 19 de julio de 1.936, Manuel Azaña, tras la dimisión de Casares Quiroga, le ofreció la difícil misión de formar un gobierno de conciliación que pudiese evitar la guerra civil. Durante unas horas de actividad frenética, telefoneó a varios jefes militares en un intento para que depusieran su actitud, consiguiéndolo con algunos de ellos. Finalmente habló con el general Mola, el cual se negó a ningún acercamiento. El 20 de julio, presentó su dimisión, al comprender que la guerra civil era inevitable.

Tras el fracaso de sus gestiones, Martínez Barrio se trasladó a Valencia para hacerse cargo de la dirección de la Junta Delegada del Gobierno para la región de Levante, organizando el aprovisionamiento de la Brigadas Internacionales y del nuevo Ejército Voluntario de la República.

Al triunfar los nacionales se exilió, como otros miles de republicanos, primero en Francia; en la primavera de 1.939 en Cuba y posteriormente en Méjico, donde presidió la Junta Española de Liberación.

En 1.943 realizó una gira por Colombia, Bolivia, Venezuela, Chile y otros países americanos para recabar el apoyo de sus gobiernos para la República Española. Simultáneamente, y desde su llegada al Nuevo Continente, mantuvo contactos muy estrechos con la Masonería americana, al tiempo que en España el Tribunal Especial para la represión de la Masonería y el Comunismo le condenaba en rebeldía a 30 años de reclusión mayor.

El 17 de agosto de 1.945 fue designado oficialmente Presidente de la República en el exilio, cargo que ocupó hasta su muerte en 1.962.

Treinta y ocho años después de su muerte, en el año 2.000, obedeciendo a los deseos expresados en su testamento, sus restos mortales fueron sepultados en el cementerio de San Fernando de Sevilla, junto a su primera y segunda esposa.

En el año 1.931, siendo Ministro, el Ayuntamiento hispalense lo distinguió con el título de Hijo Predilecto de Sevilla.

jueves, 14 de mayo de 2015

Carlos Cañal



Carlos Cañal y Migolla (Sevilla, 1.876 – Sanlúcar de Barrameda, 1.938), abogado, arqueólogo y político.

Estudió en la Universidad de Sevilla las carreras de Derecho y Filosofía y Letras. En octubre de 1.896 obtuvo el grado de Doctor en Filosofía y Letras por la Facultad de la Universidad Central de Madrid. En 1.917 fue nombrado Fiscal del Tribunal Supremo.

Militante del Partido Conservador, obtendría acta de diputado por la circunscripción de Sevilla en todas las elecciones celebradas entre 1.903 y 1,923 con excepción de las de 1.905. Posteriormente volvería a ser elegido como Representante del Estado en las elecciones de 1.927.

Fue ministro de Abastecimientos entre el 23 de julio y el 28 de septiembre de 1.919 en un gabinete de Sánchez Toca. Posteriormente sería ministro de Trabajo al ocupar la cartera entre el 8 de mayo de 1.920 y el 13 de marzo de 1.921 en un gobierno presidido por Eduardo Dato. Finalmente sería ministro de Gracia y Justicia entre el 4 y el 7 de diciembre de 1.922 en un gabinete de Sánchez Guerra.

En 1.921 fue el delegado que representó a España en la Conferencia Internacional del Trabajo que se celebró en Ginebra (Suiza). En 1.927 fue Vocal de la Comisión Permanente de la Exposición Iberoamericana. En 1.929 fue nombrado Presidente de las Corporaciones del grupo de Industrias Primarias y de Transformación, dependiente del Ministerio de Trabajo y Previsión.

Durante su juventud, Carlos Cañal fue un apasionado de la Arqueología. En 1.894, con 18 años, el Ateneo sevillano le publicó la obra titulada “Sevilla prehistórica. Yacimientos prehistóricos de la provincia de Sevilla”

También fue presidente del Ateneo y Sociedad de Excursiones de Sevilla, a cuya institución estuvo vinculado desde que tenía 15 años, y fundador de la Asociación Sevillana de Caridad, creada el día 1 de abril del año 1.900. Carlos Cañal vivió en esta calle que ahora lleva su nombre.

Le fue concedida la Gran Cruz de la Orden Civil de Beneficencia, con distintivo blanco.

domingo, 3 de mayo de 2015

Diego Álvarez Chanca




Diego Álvarez Chanca (Sevilla, h. 1.450 – Sevilla, 1.515). Fue un sevillano, médico de carrera, que había estudiado en Salamanca, Valladolid y Lisboa, siendo el primer médico titulado y doctorado que estuvo presente en América.

Ejerció como médico de cámara de los Reyes Católicos y médico asimismo de Juana la Loca y, posteriormente, adscrito a la Armada Española, acompañando a Cristóbal Colón en su segundo viaje a América en el año 1.493.

Efectivamente, quiso ir con Cristóbal Colón en su segundo viaje, por lo que solicitó el correspondiente permiso a los monarcas católicos, quienes se lo concedieron mediante cédula de 25 de mayo de 1.493 por considerar que sería de utilidad atendiendo a la salud de los navegantes. El sueldo que le asignaron fue de 50.000 maravedíes, inferior al de 68.750 que recibía como médico de la princesa Juana.

Poco después de tomar tierra en La Española (isla que actualmente comparten la República Dominicana y Hahití), Colón enfermó de “influenza suina” (paludismo), su salud se deterioró gravemente y llegó a estar un par de días semiinconsciente, pero Álvarez Chanca lo curó con éxito. Igualmente trató a otros miembros de la tripulación que enfermaron de una epidemia no identificada que pudo ser gripe, malaria o viruela durante este periodo.

La diligencia y caridad con que Chanca atendió a los pacientes hizo que Colón le pidiera al rey Fernando el Católico que le aumentara el salario, pero el monarca se negó, afirmando que esa medida solo se tomaba cuando los médicos participaban en las expediciones del rey.

La opinión de Álvarez Chanca fue tenida en consideración por Cristóbal Colón cuando se trató de elegir el lugar en donde establecer el primer asentamiento, que en este caso se le dio el nombre de Isabela, la primera ciudad que surge tras la destrucción por los indígenas del fuerte Navidad.

Una vez en esta isla, Diego Álvarez escribió una carta, donde demostró sus dotes para la observación científica, dirigida al Ayuntamiento de Sevilla en 1.494, en la que constaba una valiosa descripción de la isla de La Española, incluyendo estudios sobre la flora de las costas y la vegetación de las montañas y valles, lo cual refiere con un estilo muy comprensible. Éste es el primer documento en el que se realiza una explicación sobre la flora, la fauna, la etnología y la etnografía de América.

Este escrito incluye una excelente descripción del roedor antillano llamado “jutía” y de otras especies animales. También se ocupa de numerosas plantas antillanas con utilidad, como medicinales, alimenticias y para otros fines prácticos, y las compara con las españolas. La carta de Álvarez Chanca no llegó a imprimirse en su momento, pero alcanzó una gran difusión a través de copias manuscritas.

Álvarez Chanca recogió, además, muchos datos antropológicos acerca de los indígenas, indicando la diferencia de carácter y costumbres entre los taínos y la ferocidad de las tribus caribes, sugiriendo la posibilidad de antropofagia (canibalismo) de estos últimos. También trajo a España más de 200 especies vegetales, entre ellas la coca, la quina, el ricino, el curare, la leche de higuerón, el aceite de quenopodio y la jalapa.
 
Tras su regreso a España, en febrero de 1.494, fijó su residencia en Sevilla, donde llegó a disfrutar de una excelente posición económica gracias al ejercicio de la medicina y algunas actividades comerciales relacionadas con América, como por ejemplo la exportación de carne de membrillo y medicinas a la isla de La Española. Se supone que debió conseguir buenos beneficios, a juzgar por la dote de 20.000 maravedíes a una sobrina suya cuando esta quiso entrar en el convento de las Clarisas de Moguer (Huelva),

Publicó en 1.499 un estudio de la “fascinación” o “mal de ojo” y en 1.506 escribió un tratado médico titulado “Para curar el mal de costado”, con motivo de unas fiebres pestilenciales padecidas en la comarca de Sevilla. En ellas aparece como un fiel seguidor del galenismo arabizado bajomedieval.

En 1.501 se casó con Juana Fernández, quien aportó dos hijos al matrimonio. En el año 1.507, una vez viudo, contrajo matrimonio con Ana Zurita. En 1.510 Álvarez Chanca seguía relacionado con la familia del duque de Arcos, como demuestra que la duquesa le hiciera merced de cien fanegas de trigo, agradeciendo un servicio profesional al convento de Santa Clara en Carmona (Sevilla), donde ella se había retirado.

miércoles, 15 de abril de 2015

Juan Belmonte



Juan Belmonte García (Sevilla, 1.892 – Utrera, 1.962), matador de toros, uno de los más populares de la historia del torero y, según muchos, el creador del torero moderno.

Aunque se le llamó “el Pasmo de Triana”, nació en el número 7 de la sevillana calle Ancha de la Feria, donde su familia tenía una modesta tienda de quincalla. Se trasladaron al barrio de Triana, donde su padre abrió una pequeña tienda en un hueco del Mercado de este barrio, un tenderete que tenían que montar todos los días al amanecer.

Juan vivió con su familia en la calle Pureza y ejerció como monaguillo en la parroquia de Santa Ana. Al poco tiempo, cuando tenía 8 años, murió su madre, una mujer joven y guapa. Su padre volvió a casarse y tuvo más hijos, pero a Juan siempre le dio un cariño muy especial.
A los once años se rodea con otros chicos de su edad, con los que formó una pandilla que se dedicaba a torear clandestinamente, por las noches, en cercados y dehesas de las afueras de Sevilla, y siempre esquivando a la Guardia Civil.

El torero trianero Antonio Montes Vico era el ídolo de la pandilla. Un amigo de su padre llamado José María Calderón, banderillero de Antonio Montes, fue quien le allanó el camino para sus primeras actuaciones y quien le enseñó a mejorar su técnica. Más tarde, pasado el tiempo, Calderón sería miembro de su cuadrilla durante muchos años.

A los doce años Juan se trasladó a Huelva para trabajar como dependiente en una tienda de un hermano de su padre. Sin embargo, no tardará mucho en regresar a Sevilla.

Vistió de luces por vez primera a los 17 años en la plaza de toros de Elvas (Portugal), en una corrida a la portuguesa, lidiando a una becerra embolada y sin muerte. El primer novillo que estoqueó fue en Arahal (Sevilla) el 24 de junio de 1.910. El día 21 de julio de 1.912 triunfó como novillero en la Real Maestranza de Sevilla, significando su consagración. Salió por la Puerta del Príncipe y los aficionados, en medio del delirio, le llevaron a hombros hasta su casa de Triana.
Juan Belmonte, en medio de una gran expectación, tomó la alternativa en la antigua plaza de toros de Madrid el día 16 de septiembre de 1.913 con Rafael González Madrid, “Machaquito”, oficiando de padrino, quien se retiraba ese mismo día de los ruedos, y con Rafael el Gallo, hermano mayor de Joselito, como testigo.

En 1.914 comienza su rivalidad con Joselito o, como el mismo decía, comenzó la rivalidad entre gallistas y belmontistas. Joselito representaba la perfección del toreo clásico, la elegancia elevada a la máxima potencia. Belmonte la ruptura, la temeridad con sus verónicas imposibles sin rectificar los pies y el pase natural.

Sin embargo, Belmonte y Joselito eran unos amigos entrañables. Ambos diestros viajaban juntos en el tren con destino a Sevilla después de cada corrida, y cuando estaban a punto de llegar se cambiaban de vagón para no defraudar a sus respectivos seguidores que les esperaban impacientes en la estación.

La temporada de 1.917 fue la más brillante de su vida profesional, coincidiendo con Joselito en 90 tardes, de las 97 que protagonizó el torero de Triana. A finales de ese mismo año se presenta en Perú, donde permanecerá un año toreando doce corridas y conocerá a su futura esposa, Julia Cossio.

A su regreso de América, en Febrero de 1.919, marcó un nuevo hito en su carrera toreando 110 corridas. Tras la cogida mortal de Joselito en Talavera de la Reina (Toledo), el 16 de mayo de 1.920, Juan Belmonte continuó en activo, pero nunca se repondría de la muerte de su compañero y amigo.

Se retiró de los ruedos en el año 1.922 después de actuar en América, reapareciendo el 25 de mayo de 1.925 en Alicante, retirándose de nuevo en 1.927. Volvió a los ruedos, una vez más, en 1.934, toreando en Nimes (Francia), para retirarse definitivamente el 29 de septiembre de 1.935.

Se convirtió en ganadero en su finca llamada “Gómez Cardeña” en Utrera (Sevilla) y continuó toreando en festivales hasta el inicio de la Guerra Civil española en 1.936.

Juan Belmonte fue fundamental para la historia del toreo porque impuso una revolución artística en el arte de la lidia. Hasta que apareció Belmonte, torear consistía básicamente en sortear las acometidas de los toros con más o menos valor y gracia. Su extraordinario dominio de los terrenos le permitió ejecutar el toreo de una forma nueva, despacio y con una cercanía nunca vista. Puso en práctica los tres tiempos de la lidia: parar, templar y mandar.

Se relacionó con grandes hombres de la cultura, como Valle – Inclán, Pérez de Ayala, Ignacio Zuloaga, Vázquez Díaz o Julio Camba, que le consideraban un verdadero artista, y adoptó sus modos e incluso su estilo de vestir, renunciando a la coleta clásica de torero. Su inteligencia y extraordinaria personalidad también le permitió relacionarse con la alta sociedad.

Belmonte fue amigo también del escritor norteamericano Ernest Hemingway y aparece en dos de sus novelas: “Fiesta” y “Muerte en la tarde”. Pero quien forjó el mito belmontino fue el escritor y periodista sevillano Manuel Chaves Nogales, al escribir su biografía titulada “Juan Belmonte, matador de toros, su vida y sus hazañas”.

Ramón del Valle – Inclán le dijo en una ocasión: “No te falta, hijo, más que morir en la plaza para que te conviertas en una leyenda”, a lo que Belmonte respondió con mucho aplomo: “Se hará lo que se pueda, don Ramón, se hará lo que se pueda”.

Dueño de una fortuna, ganada a fuerza de arriesgar su vida, Belmonte se convirtió en propietario, ganadero y agricultor. En Sevilla impuso su personalidad como hacendado y hombre de negocios como antes había impuesto su personalidad taurina.

Cuando estaba a punto de cumplir los 70 años, Juan Belmonte salió a pasear en caballo, contempló la puesta de sol, regresó a su cortijo, subió a su habitación y se pegó un tiro en la cabeza. Fue enterrado, en medio del fervor popular, en el cementerio de San Fernando de Sevilla.

Las estadísticas hablan que Juan Belmonte toreó 644 corridas y estoqueó a 1.429 toros.

lunes, 30 de marzo de 2015

La Roldana




Luisa Ignacia Roldán Villavicencio (Sevilla, 1.652 – Madrid, 1.706), escultora del Barroco, conocida popularmente como “La Roldana”.

La cuarta de nueve hermanos, se formó bajo la influencia de su padre, el insigne escultor Pedro Roldán, en cuyo taller en la collación de Santa Marina de Sevilla trabajó hasta su matrimonio.

El taller de su padre alcanzó gran prestigio y le llegaban numerosos encargos, por lo que no es de extrañar que sus hijas mayores colaboraran desde muy jóvenes. Se sabe que Francisca se dedicaba a la policromía y que María y Luisa se inclinó más hacia la escultura.

Los trabajos aumentaban y la economía familiar permitió a su padre montar un nuevo taller más amplio, donde trabajaban numerosos operarios, además de sus tres hijas. Luisa destacó rápidamente sobre sus otras dos hermanas, demostrando un talento natural para la imaginería, y es muy probable que ayudara directamente en las esculturas que realizaba su padre.

Luisa se había prometido en matrimonio con Luis Antonio Navarro de los Arcos, aprendiz del escultor Andrés Cansino. Sin embargo, su padre se opuso a esta relación sin que se conozcan los motivos. Debido a la canonización de San Fernando, que tuvo lugar en Sevilla en el año 1.671, Pedro Roldán recibió diversos encargos para la decoración de la Catedral de Sevilla; es posible que Luisa aprovechara esta ocasión, en que su padre estaba muy ocupado, para ponerse de acuerdo con Luis Antonio y decidieran casarse sin el consentimiento paterno.

El 17 de diciembre de 1.671, Luis Antonio, a través de un procurador, hizo petición, ante el Juez de la Iglesia, de querer contraer matrimonio con Luisa Ignacia Roldán, “con la que había tratado de requiebro durante dos años, dándose palabra de casamiento el uno al otro, y deseando que su matrimonio fuera según orden de nuestra Santa Iglesia”. Solicitó que un alguacil del arzobispado fuera en busca de Luisa y llevada ante el juez para que declarara si había dado palabra de casamiento.

Varios testigos afirmaron estar presentes cuando se dieron ambos la palabra de matrimonio en la noche del 15 de diciembre. Sin embargo, Pedro Roldán no dio su consentimiento a pesar de habérselo pedido encarecidamente Luis Antonio.

Ese mismo día, 17 de diciembre, fue el alguacil Juan Nieto a buscar a Luisa Roldán para llevarla ante el juez. Después de su declaración, en la que entre otras cosas dijo que nunca había estado casada, que era moza doncella, que no era pariente de Luis Antonio, que no tenía hecho voto de castidad y que a pesar de haber dado palabra de casamiento a Luis Antonio, no la podía cumplir por la negativa de su padre a este matrimonio.

Realizada esta declaración, el juez ordenó que se llevara a la joven a casa del dorador Lorenzo de Ávila, “para tenerla en su poder con la guarda y custodia necesaria y que no la entregara a persona alguna sin licencia y mandamiento judicial”. Finalmente el matrimonio se celebró el día 25 de diciembre de 1.671 en la iglesia de San Marcos, con numerosos testigos, pero sin la presencia del padre de la novia. Luis Antonio y Luisa tuvieron siete hijos, cuatro de los cuales fallecieron siendo niños.

En este primer periodo sevillano, “La Roldana” debió hacer esculturas, que han quedado como anónimas, junto con la ayuda de su marido, el cual seguramente se encargaría de su policromía y, posiblemente, de incluir su firma en los contratos.

Transcurrido el tiempo, las relaciones con su padre debieron mejorar, ya que constan algunas colaboraciones entre ellos. Las que destacan son los cuatro ángeles realizados por “La Roldana” para el paso del Cristo de la Exaltación (Santa Catalina) y para esta misma Hermandad las figuras de los dos ladrones que, aunque constan hechos por Luis Antonio de los Arcos, por su estilo podrían atribuirse a Luisa Roldán.

En esa época era muy común el encargo de Dolorosas para procesionar en la Semana Santa, por lo que parece normal que Luisa Roldán realizara alguna, aunque no existe ningún documento que lo acredite. Una de las más cercanas a su estilo es la Virgen de Regla, de la Hermandad de “Los Panaderos”.

Para la Catedral de Sevilla, realizó el Crucificado, de tamaño mayor que el natural, que preside el retablo de la capilla de la Concepción Grande, obra de Francisco de Rivas con estatuas de Alonso Martínez, discípulo de Martínez Montañés.

Otras obras atribuidas por algunos autores a “La Roldana” es la Virgen de la Esperanza de la Macarena y la de la Estrella, tradicionalmente atribuida esta última a Juan Martínez Montañés.

Luisa está alcanzando fama y empieza a recibir encargos de otras ciudades. Hacia el año 1.685, marcha con su familia a Cádiz, donde los regidores municipales le encargan unas buenas esculturas de San Servando y San Germán, patronos de la ciudad. También hace algunas figuras para la nueva Catedral.

Hacia finales de 1.688, siempre con su familia, se traslada hasta Madrid en busca de reconocimiento oficial y de una mejor situación económica, quedando bajo la protección de Cristóbal de Ontañón, mecenas artístico y ayuda de cámara del rey Carlos II. En la capital del reino solicita plaza de escultora real, presentando pequeños y deliciosos grupos escultóricos. El nombramiento le es otorgado el 15 de octubre de 1.692, lo que representó su prestigio oficial, pero no el económico
como esperaba “La Roldana”, pues los trabajos que efectuaba estaban mal pagados e incluso tenía dificultades para cobrarlos, ya que la situación general del reino era de mala administración y corrupción.

En Madrid realiza la imagen de Santa Clara para el convento de las Descalzas Reales, esculpiendo también, por encargo del rey para el Monasterio del Escorial, su gran obra “El Arcángel San Miguel con el diablo a sus pies”, que preside un altar de la iglesia del Real Monasterio.

Su escultura fue, principalmente, de temática religiosa, siguiendo las directrices del Concilio de Trento de humanizar el arte de las imágenes, para colocar la religión más cercana al pueblo.

Ocupó un lugar importante en su obra la realización de “Belenes” o “Natividades”, en los que solía representar al grupo de la Sagrada Familia rodeados por ángeles. Sus obras muestran rostros bellos pero humanizados, llegándose a creer que eran retratos de personajes conocidos por ella, familiares o amigos.

Luisa Roldán, “La Roldana”, falleció en plena actividad artística y también en la pobreza, a pesar de su fama y éxitos, consiguiendo ser la más destacada escultora del Barroco.

sábado, 14 de marzo de 2015

Manuel López Farfán



Manuel López Farfán (Sevilla, 1.872 – San Juan de Aznalfarache (Sevilla), 1.944), compositor de marchas procesionales.

López Farfán nació en el popular barrio de San Bernardo en el seno de una familia muy modesta y estudió música en el Asilo de San Fernando de Sevilla, actividad que compaginaba con sus estudios de sastrería. En esta institución benéfica estuvo hasta la edad de 14 años. Ingresó en la banda del Batallón de Cazadores de Cataluña nº 1, llegando a participar en la guerra de Melilla y Cuba por un periodo de tres años.

De regreso a Sevilla, López Farfán ingresa en el Regimiento de Granada nº 34, donde obtiene el título de músico mayor y posteriormente es trasladado a la banda de música del Regimiento Soria nº 9.

La primera marcha compuesta por López Farfán no está dedicada a ninguna imagen de la Semana Santa, sino a Leonor Navarro, madre de su maestro de música. Su título es “En mi amargura” y está firmada en Córdoba en 1.896. Sin embargo, cambió este título por el de “El Cristo de la Exaltación” en 1.906.

Manuel López Farfán reunía todas las condiciones necesarias para ser un buen compositor, pues estaba dotado de inspiración, sensibilidad y un especial sentido de lo que era la Semana Santa en Sevilla.

En el año 1.899 compuso “Esperanza”, una deliciosa marcha inspirada en la Virgen de la Esperanza Macarena, aunque oficialmente no está dedicada. Es una marcha de esquema simple y bellas melodías.

En 1.904 compone la marcha “Spes nostra”, que en esta ocasión sí se la dedica a la Virgen de la Macarena, incluso cediendo los derechos a la Hermandad, tal como puede leerse en la portada de la partitura original.

En 1.907 estrena dos composiciones más, ambas muy clásicas: “Al Santísimo de la Exaltación” y “Al Santísimo Cristo del Amor”, también muy bellas y de estructuras parecidas a las anteriores.
En 1.913 procedió a adaptar la marcha fúnebre de Sigfrido, de la ópera de Richard Wagner “El Ocaso de los Dioses”, para que fuese posible interpretarla en los desfiles procesionales.
En 1.924, cuando la banda de Soria nº9 acompañaba a la Virgen del Socorro de la Hermandad del Amor, un hecho de suma trascendencia iba a hacer histórico ese Domingo de Ramos: la arriesgada composición “Pasan los Campanilleros”, sonó tras la Dolorosa por vez primera, causando un revuelo popular y una magnífica acogida hacia esta marcha que estaba dedicada a la Hermandad de las Siete Palabras, con letra del capitán Ojeda incluida.

Un año más tarde, en esta ocasión dedicada y estrenada tras la Virgen de la Hiniesta, sonaba por primera vez otra de las grandes marchas que han marcado un estilo extraordinario: “Estrella Sublime”.

En la “Madrugada” de este mismo año de 1.925, Manuel López Farfán cautivó de nuevo a los cofrades sevillanos con la marcha “La Esperanza de Triana”, primera marcha procesional con una “saetilla” en su intermedio.

Autor de más de 400 obras de todos los estilos (incluidas algunas zarzuelas estrenadas) y 22 marchas procesionales, Manuel López Farfán ha gozado del reconocimiento popular y ha entrado por derecho propio, y con todos los honores, en la historia de la Semana Santa sevillana.

sábado, 7 de marzo de 2015

Asencio y Toledo



José María Asensio y Toledo (Sevilla, 1.829 – Madrid, 1.905). historiador, literato, periodista, bibliófilo, biógrafo y cervantista.

Estudió derecho y publicó artículos en diarios sevillanos de su tiempo. Ateneísta, dirigió el periódico de contenido literario “El Ateneo”.

Desempeñó varios cargos, entre ellos el de presidente de Diputación Provincial de Sevilla, presidente de la Real Academia de Bellas Letras de Sevilla y fue cofundador de la Sociedad de Bibliófilos Andaluces en 1.869 junto a Pascual de Gayangos, Francisco de Borja Palomo y José María Álava.

En 1.881 presidió la sociedad El Folklore Andaluz, en cuya creación participó activamente Antonio Machado Álvarez, secretario de la misma y padre de los hermanos Machado.
Fue biógrafo de la escritora Cecilia Böhl de Faber y Larrea, “Fernán Caballero” (1.900), y puso prólogo a obras de numerosos autores, entre ellos a Joaquín Guichot o Cano y Cueto.

En el año 1.876 Asensio y Toledo escribió el libro “Francisco Pacheco, sus obras artísticas y literarias”. Este trabajo suscitó el comentario favorable del crítico literario Manuel Cañete.
En 1.892 escribió dos tomos dedicados a la vida de Cristóbal Colón. Su gran obra como cervantista fue sin duda “Nuevos documentos para ilustrar la vida de Miguel de Cervantes y Saavedra”, con prólogo de Juan Eugenio Hartzembush, donde reunió gran número de documentos inéditos que recogió en los archivos de protocolos notariales de Sevilla; componiendo, además, más de un centenar de artículos relativos a la biografía de Miguel de Cervantes. Según Menéndez Pelayo fue el iniciador de la investigación documental moderna sobre Cervantes.

Colaboró en la revista “La España Moderna” y editó las “Relaciones del Yucatán”, un manuscrito de poesías de Fernando de Herrera, que encontró casualmente en la Biblioteca Colombina de Sevilla con el título de “Obras de Fernando de Herrera, natural de Sevilla”.

En 1.893 se trasladó a Madrid, donde ejerció como consejero de Estado y fue nombrado académico de número de la Real Academia Española de la Lengua (1.904) y de la Real Academia de la Historia.

Su última obra fue el discurso de ingreso en la Real Academia Española de la Lengua, el 29 de mayo de 1.904, que versó sobre “Las interpretaciones del Quijote”.

Su formidable biblioteca cervantina, de 464 volúmenes y de la que realizó dos catálogos, se trasladó en 1.949 a la sala Cervantes de la Biblioteca Nacional de Madrid, al haber sido adquirida por esta institución a sus herederos.

No se entiende como este intelectual sevillano haya sido prácticamente ignorado y silenciado, cuando tanto hizo por la cultura sevillana del siglo XIX y tanto renombre alcanzó a nivel nacional en su época.

domingo, 15 de febrero de 2015

Juan de Arguijo


Juan de Arguijo (Sevilla, 1.567 – Sevilla, 1.623), cuya casa solariega, ya derribada, estaba situada en el número dos de esta calle.

Hijo de familia acaudalada (su padre, don Gaspar de Arguijo, era traficante de esclavos de Tenerife), Juan de Arguijo era Caballero Veinticuatro de Sevilla (cargo que no supo conservar) y también fue nombrado procurador en las Cortes convocadas por Felipe III en 1.598. Discípulo de Fernando de Herrera, era además músico y experto tañedor de la vihuela. Adquirió fama como mecenas de artistas, especialmente escritores.

Juan de Arguijo estudió en el colegio de la Compañía de Jesús de Sevilla (1576-1580), manteniéndose muy vinculado a la orden jesuítica durante el resto de su vida y cuya influencia se va a dejar sentir con fuerza en su obra.

Sabemos que a raíz del ataque que sufrió Cádiz en 1596, su madre Petronila Manuel, él y su mujer Sebastiana Pérez de Guzmán, hija del socio de su padre, patrocinan la fundación del nuevo colegio jesuita. En este lugar será sepultado a su muerte en 1622, en la capilla de la Concepción propiedad de la familia. Una losa de mármol blanco con el escudo de los Arguijo da testimonio de ello. Su relación con la Casa jesuita de Sevilla fue tan estrecha que, una vez acaecida su ruina económica y para huir de sus acreedores (1609-1616), buscó allí refugio.

Las grandes rentas que había heredado de su padre, estimadas en más de 20.000 escudos, las fue invirtiendo en donaciones piadosas como la que hemos visto de Cádiz, pero también en otras liberalidades. Es famoso el recibimiento que dispensó a la marquesa de Denia y su comitiva en su finca de Tablantes el 13 de octubre de 1599. Se gastó la suma de más de 4.000 escudos que le valieron las bromas de la sociedad de la época. Prueba de ello son los diez sonetos que le dedica Juan de la Cueva a este fastuoso acontecimiento. Estas generosidades, junto con la situación económica del momento debido al fuerte retroceso del comercio americano, le obligan a vender su casa en pública subasta en 1606.

A partir de este momento, su vida experimentará un cambio sustancial, pero no por ello será abandonado por sus amigos. Lope de Vega siguen manteniendo con él una relación asidua, dedicándole en el libro IX de su Jerusalén Conquistada, los siguientes versos:


"Aquel cuya virtud jamás vencida,
En la persecución acrisolada,
Mostró tantos quilates en la vida
Que la piedra dejó toda dorada,
Aquél más excelente en la caída
Que estuvo en la fortuna levantada,
Si no es D. Juan de Arguijo sevillano
Es la misma virtud en velo humano"

Continúa activo su círculo literario. De hecho, es en este momento de su vida cuando escribió su única obra en prosa Relación de las fiestas de toros y juegos de cañas con libreas queen la ciudad de Sevilla hizo D. Melchor Alcázar, en servicio de la Pobrísima Concepción de Ntra. Señora, martes 19 de diciembre de 1617.

Sin embargo, la obra más sobresaliente, de Arnicio, nombre poético con el que era conocido Juan de Arguijo en su círculo literario, serán sus sonetos y poesías que, como era habitual en la época, quedaron inéditos. Algunos tuvieron la suerte de ser incluidos en obras de la época como la de Juan?? de Herrera en 1612.

Llamado el “Apolo de los poetas de España”, escribió en el año 1.617 “Relación de las fiestas de toros y cañas en Sevilla”, obra que aporta curiosos datos históricos, y muchos excelentes sonetos.

Efectivamente, Arguijo está considerado como un gran sonetista, sobre todo de temas mitológicos, que eran los que más prefería, aunque también compuso sonetos de tema moral. Asimismo compuso una colección de cuentos, que se leían cada día en las tertulias que celebraba, a las que acudía con frecuencia Martínez Montañés y otros artistas.

Arruinado por sus excesivos despilfarros, sólo le quedó un escaso caudal procedente de la dote de su mujer, con el que apenas pudo sobrevivir hasta el resto de sus días. Fue enterrado en la casa profesa de los Jesuitas.

Fue amigo y el mecenas sevillano de Lope de Vega, quien le dedicó sus “Rimas”.

Sobre una de las fachadas del palacio de San Telmo existe una lápida que recoge el poema “Al río Guadalquivir”, de Juan de Arguijo.

sábado, 31 de enero de 2015

Argote de Molina


Gonzalo Argote de Molina (Sevilla, 1.548 – Las Palmas de Gran Canaria, 1.596), militar, escritor, editor literario, anticuario, historiador, genealogista y Caballero Veinticuatro de Sevilla.

 De familia noble y adinerada, desde temprana edad estuvo al servicio de las armas, pues en el año 1.564, con tan solo 15 años, intervino en la conquista del Peñón de Vélez de la Gomera (Marruecos) y en 1.568, ya con la graduación de alférez provincial de la Santa Hermandad de Andalucía, combatió contra los moriscos durante la rebelión de estos en las Alpujarras de Granada y después militó en las galeras de España que estaban al mando de don Juan de Austria.

En 1.578 fue nombrado Juez Ejecutor de la Santa Hermandad de Sevilla, sucediendo a Diego Fernández de Andrada, aunque tuvo que esperar dos años de litigios hasta tomar posesión del cargo.
Argote de Molina alcanzó también la dignidad de Caballero Veinticuatro de Sevilla y los títulos de señor de la Torre de Gil de Olid y de la Torre de Don Jofre.

Marchó a las Islas Canarias en 1,586 para casarse con doña Constanza, hija del primer marqués de Lanzarote, don Agustín de Herrera y Rojas. Durante su estancia en la isla de Lanzarote mandó construir en 1.588 el convento franciscano de Teguise, del que tan solo queda en la actualidad la iglesia, un templo que fue dedicado a Nuestra Señora de Miraflores.

Defendió Lanzarote del ataque argelino de Morato Arráez en 1.586, quien capturó a su esposa y suegro, que tuvieron que ser rescatados por Argote de Molina pagando una importante cantidad de dinero.

También participó en la defensa de la isla de Gran Canaria del ataque por parte del corsario inglés Francis Drake en 1.595.

Después de dejar el ejercicio de las armas, se dedicó al estudio de las letras y a la creación de una gran colección de antigüedades: retratos, armas, monedas, animales disecados, libros antiguos, plantas y piedras, convirtiendo su hermosa casa de la calle Francos de Sevilla en un famoso museo. Llegó a adquirir tanta celebridad este museo que se afirma que Felipe II lo visitó de incógnito durante su estancia en la Ciudad en el año 1.570.

En su valiosa biblioteca había algunos códices medievales de los que tan solo se conservan las noticias que Argote de Molina nos dejó, entre ellos un manuscrito del “Libro del Buen Amor”, obra de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita.

Fue autor de varias composiciones poéticas y de los seis libros del repertorio nobiliario “Nobleza de Andalucía” (1.588), que contiene diversas informaciones históricas y literarias. También publicó otros libros de gran interés en su época, como su “Discurso sobre la poesía castellana” (1.575), que constituye uno de los primeros intentos en clave humanística de analizar el panorama histórico castellano.

Durante su vida trató a grandes figuras del humanismo como Juan del Mal Lara, y a poeta y a poetas, como Fernando de Herrera, Gutierre de Cetina y Juan de la Cueva entre otros.